Aunque la mona se vista de seda, sin empleo se queda

“Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos” (Indira Ghandi).

 

La actitud no es importante. La actitud es clave. Fíjate tú: eres reflejo de tu paciencia cuando no tienes nada, y de tu actitud cuando lo tienes todo. Y es importante que lo reconozcamos ya que vivimos tiempos en los que valen más las actitudes que las habilidades a la hora de buscar empleo.

Puedes recurrir al mejor coach del mundo (o al que mejor sepa venderse, ¡claro está!). Puedes hacer tropecientos talleres de gestión emocional, aprender con los mejores (y debo recomendarte aquí a Rafa Peiró (@rafa_peiro) y sus reflexiones para avanzar), o recurrir a todo tipo de recursos de orientación profesional que te ayuden a cambiar hábitos de búsqueda de empleo. Pero llegados a este punto, ya da igual que tengas el currículum más llamativo de este sistema solar porque aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y es que la esencia, tu perfume interior, siempre será el mismo. Esto se traduce en definitiva en tu marca personal, algo que expresa muy bien Alfonso Álcantara: “marca es el perfume que usas”. Reputación: “el olor que dejas”.

Cuando se piensa en empleabilidad, automáticamente vienen a la cabeza las aptitudes de la persona no solo para buscar un empleo sino también para conservarlo y mejorar en su vida profesional. De aquí que lluevan artículos, frases, tuits y toda clase post sobre las competencias que deben desarrollarse como «el agua habla sin cesar y nunca se repite» (Ocatavio Paz). De todas formas, con sinceridad: todas estas competencias son prácticamente las mismas independientemente de quién las enuncie, desde qué ámbito se escriban y a qué hagan referencia (¡pero quedan la mar de bien en infografías, y suelen ser resultonas para conseguir likes!): inteligencia emocional, adaptación, empatía, resiliencia… Eso sí: podemos hacernos un listado y, casi de forma inmediata, querer pegarnos un tiro…

Pero la actitud, a lo que voy hoy, lo es todo. De hecho, no debería descartarse un candidato si manifiesta una actitud positiva y proactiva. Veamos si puedo explicarte bien lo que intento decir…

Una actitud positiva predispone al cambio, a la adaptación de la persona a las situaciones laborales para procurar dar soluciones a las tareas y trabajos que surjan. Refleja la capacidad de respuesta de la persona e influye al mismo tiempo en su conducta, así que esto es bueno para la empresa desde el momento en el que lo que se necesitan son personas que den soluciones y te saquen del atolladero, y siempre sin pensamientos negativos que hagan frenar al pelotón. Y si se da este punto de partida, tenemos la base de la proactividad; tan necesaria para que la maquinaria no pare y tengamos más posibilidades de lograr esa productividad deseada. Porque no te engañes: acabas hasta el moño de las personas que saben mucho pero que se comportan como floreros a la hora de ponerse a picar de verdad…

Por supuesto, los conocimientos y la experiencia de la persona determinan su capacidad de respuesta ante las situaciones que se plantean en el entorno profesional. Pero este caparazón no hace sino adaptarse a la inclemencia del tiempo, ya que las actitudes también se adquieren con las vivencias y lo aprendido de cada suceso. Está claro: no es lo mismo estar disponible que dispuesto.

No sé tú, pero yo no quiero a alguien que pueda dar mucho pero quiera ofrecer poco. Ya se sabe: con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos (Indira Ghandi). Y para mi hay algo que está muy claro: “Solo existen dos días al año en los que no se puede hacer nada, y son: ayer y mañana” (Dalai Lama).

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